Ganarás plata sin hacer nada
A fines de los años ochenta apareció por Arica un primo millonario con quien no nos veíamos por más de veinte años. después del correspondiente asado y ponernos al día con los asuntos de familia llegó la inevitable pregunta: a qué me dedicaba. Mi primo quedó espantado al enterarse de mis nulas ambiciónes económicas, de mi profunda aversión por el trabajo y de mi irresponsable falta de preocupación por el futuro y con su mejor intención me propuso abrir unos negocios en Arica e Iquique de los que yo me haría cargo, "tienes que pensar en el futuro" me dijo, "solo tendrás que administrar, no vas a hacer nada y ganarás plata" ante una oferta tan tentadora no me demoré diez segundos en decirle que bueno.
"Ganarás plata sin hacer nada" fueron las palabras mágicas, varias veces he caído en similar engaño. Para hacer corto el cuento en ese mismo día mi primo había pagado un año de arriendo por dos grandes locales y me encargó ubicar un galpón en Zona Franca para arrendar, al otro día ya tenía arrendado el galpón de un amigo y armado de todos los poderes me fuí a abrir el negocio a Iquique, importaríamos ropa usada y maquinaria, que en ese entonces era un boom en Perú y Bolivia.
En el local de Arica, con dos de mis más fieles vendedorasComprar barato y vender caro
Y empezó a llegar mercadería y yo a contratar gente y a vender como loco, todo muy bien los dos primeros años y ya empezaba a considerar mi futuro basado en el antiguo truco de comprar barato, vender caro y no pagar los créditos, abrí una cuenta corriente en el Banco Ohiggins donde depositaba fuertes sumas a mi primo-benefactor y lo único que me faltaba era engordar, quedar pelado y meterme a la Cámara de Comercio creyendome "empresario". Arrendamos una casa en Iquique y cuando mi primo venía al norte lo pasábamos muy bien comiendo, tomando y repitiendonos los chistes de siempre. Esos fueron los años buenos.
Viene el gringo a Zona Franca
Mi primo tenía un proveedor favorito; se llamaba Abe, de una millonaria familia judía de Miami y era un tipo extraordinariamente simpático que -atraído por nuestras compras- quiso venir a ver personalmente como era este asunto de la Zona Franca. Hice gran amistad con Abe porque le gustaba tomar casi tanto como a mi, y entre copiosas libaciones de licor, mi nuevo amigo me dijo "tú puedes ser millonario, yo te voy a ayudar", y así fue como brindamos muchas veces por eso, todos felices comiendo perdices mientras yo sacaba la cuenta de como me iba a gastar los muchos millones que seguramente me esperaban en el futuro cercano.
El regalo de Abe
Yo pensé que pasada la borrachera todo iba a quedar en nada, pero Abe como buen gringo hizo honor a su palabra y nos vendió un container con 20.000 pares de zapatos "de devolución", a poco más de un dólar el par. Era extraordinario, zapatos marca Nike, Hush Puppies, Panama Jack, lo mejor de lo mejor, prácticamente nuevos porque eran los que se devolvían antes de una semana de uso. Vendimos entre 5 y 10 dólares el par y yo tuve que cerrar el galpón y vender solo a los clientes que eran mis amigos.
Y aquí empieza la historia
Porque lo anterior es solo un prólogo, resulta que unos clientes bolivianos con quienes también me había hecho muy amigo me propusieron un negocio gordo: me pasarían 40 mil dólares cash en Santa Cruz y me firmarían cheques por 20 mil más para que les trajera desde USA dos containers de los mismos, a ojos cerrados, vengan como vengan. Luego de una rápida consulta con mi primo les dije "bueno, ya", no todos los días se ganaban veinte mil sin hacer nada. Parece que mi sueño de ganar plata sin hacer -casi- nada por fin se iba a cumplir.
Santa Cruz la bella
Y me fuí para Santa Cruz de la Sierra a recoger el vil dinero, no conocía esa cuidad maravillosa y llegué justo para la noche de San Juan, que en Bolivia se celebra igual que el año nuevo. La ciudad me recibió de fiesta. Y siguió la fiesta toda la semana porque conocí a mucha gente allá y hasta me invitaron a un bautizo en el campo que duró dos días completos. Estuve tentado de cambiar mi pasaporte por un carnet bolivianio, lo pasé fabuloso. Al último día llegaron los ocho comerciantes al hotel a entregarme la platay los cheques: cuarenta mil dólares en billetes de a 50 y 20, era una cantidad enorme de billetes y recién ahí me dijeron que tenía que esconderlos porque era ilegal pasar esa cantidad de efectivo sin declarar su origen. Ese fue mi primer susto del negocio, pasar por las aduanas con los bolsillos, calcetines y zapatos repletos de billetes. Pero entonces era más jóven y atrevido así es que pasé nomás.
En Santa Cruz de la Sierra, la bella
Aquí salgo con Felix, uno de mis mejores clientes tomando unas cervezas en las Cabañas del PiraiRumbo a Miami en el condado de Dade
Y así fue como nos fuimos a Miami con mi primo a comprar los containers, justo cuando supe que la Pilar estaba embarazada del Tomás Jr. Llegamos empezando el verano con un calor de diablos, el negocio de Abe era una especie de ciudad con un laberinto de galpones repletos de mercaderías y con unos ventiladores gigantescos, los trabajadores eran todos haitianos acostumbrados al trópico, que se movían muy frescos mientras yo sudando a chorros los miraba con envidia. Con mi primo nos repartimos el trabajo, cada uno escogería un container o sea 20.000 pares. Y empecé a trabajar con el impenetrable haitiano que me habían asignado de ayudante. Al final del día yo estaba sin camisa, bañado en transpiración y renegando a los mil demonios porque todavía no había escogido ni 300 pares. Mi primo solo me miraba y se reía, tomando ron con hielo junto al padre de Abe, luego supe que había hecho un trato para comprar su container a ciegas a cambio de una rebaja del precio. En el segundo día ya ni siquiera miraba los zapatos, todos me parecían iguales y en la noche soñaba con zapatos dando vueltas sobre mi cabeza. Finalmente en cinco días junté los 20 mil pares, la mayoría escogidos sin verlos. Una noche mi cabeza era un carrusel de zapatos y otra era un carrusel de los 100 US dollars notes que esperaba ganar.
Y así fue como nos fuimos a Miami con mi primo a comprar los containers, justo cuando supe que la Pilar estaba embarazada del Tomás Jr. Llegamos empezando el verano con un calor de diablos, el negocio de Abe era una especie de ciudad con un laberinto de galpones repletos de mercaderías y con unos ventiladores gigantescos, los trabajadores eran todos haitianos acostumbrados al trópico, que se movían muy frescos mientras yo sudando a chorros los miraba con envidia. Con mi primo nos repartimos el trabajo, cada uno escogería un container o sea 20.000 pares. Y empecé a trabajar con el impenetrable haitiano que me habían asignado de ayudante. Al final del día yo estaba sin camisa, bañado en transpiración y renegando a los mil demonios porque todavía no había escogido ni 300 pares. Mi primo solo me miraba y se reía, tomando ron con hielo junto al padre de Abe, luego supe que había hecho un trato para comprar su container a ciegas a cambio de una rebaja del precio. En el segundo día ya ni siquiera miraba los zapatos, todos me parecían iguales y en la noche soñaba con zapatos dando vueltas sobre mi cabeza. Finalmente en cinco días junté los 20 mil pares, la mayoría escogidos sin verlos. Una noche mi cabeza era un carrusel de zapatos y otra era un carrusel de los 100 US dollars notes que esperaba ganar.
En el Miami International Airport
Paseando por el Bayside (después vendría lo bueno)
Con Abe Salstein, el que me iba a hacer millonario, cuando fuimos a ver su crucero (atrás) Nos alojamos en el 1001 Suites de Lincoln Road, cortesía de Rubi, el padre de Abe que era el dueño |
¡Llegan los containers!
Volví a Iquique de pésimo humor recordando las palabras de mi primo cuando me metió en el cuento "ganarás plata sin hacer nada" aunque para consolarme pensaba en lo que me había dicho Abe en medio de la borrachera "tu vas a ser millonario, y yo te voy a ayudar". Y así pasaban mis días entre el horror de haber trabajado tanto y la esperanza de hacerme rico.
Poco después de un mes llegaron los containers y con mucha emoción los abrí para ver algunas muestras. Entonces se me heló la sangre; salieron varios pares de ¡zapatos de golf! con clavos y todo, luego muchas zapatillas de ballet y pensé con inquietud que esas actividades que no deben ser muy populares en el altiplano, seguimos sacando zapatos con creciente alarma y en cada caja que abríamos aumentaba mi espanto: modelos de charol, para bailar tap, modelos "especiales" para pies deformes, si que nos la había jugado linda mi amigo Abe. Y a propósito de amigos al otro día me llaman mis amigos bolivianos muy entusiasmados avisando su llegada para el lunes siguiente. Tenía que pensar en algo rápidamente.
Apenas llegaron los bolivianos mi primer paso fue invitarlos a un espléndido almuerzo, bien tomado para que quedasen con ganas de dormir siesta. A la noche obviamente los llevé a celebrar a un sex bar donde seguimos celebrando hasta la amanecida, todo pagado por mi, claro. Al día siguiente no estaban para levantarse temprano así es que a mediodía estaba yo nuevamente invitandolos a un almuerzo, y así todo empezó de nuevo con los almuerzos cada vez mejores y un tour completo por cada uno de los prostíbulos de Iquique. Cuando me decían que "tenían que trabajar" yo les contestaba "¡no se preocupen, si tengo 10 esclavos haciéndoles todo el trabajo!", así logré que se fueran sin haber visto los malditos zapatos mientras mi gente los empaquetaba cuidadosamente.
Esta es la foto de cuando llegaron los zapatos, miren la cara de desolación de mi jefe de ventas y de mi primo Horacio
Mientras yo entretenía a mis clientes con vino, mujeres y canciones, mi gente empaquetaba frenéticamente los zapatos para que no los vieran, trabajaron un día y una noche de corrido
El desastre
Me imagino como habrá sido cuando llegaron mis amigos a Santa Cruz y vieron lo que habían obtenido por sus 40 mil dólares, tiempo después llegó a mi tienda Walter, uno de los principales muy abatido y me dijo algo así como:
- Don Tomás, usted sabe que con este negocio he perdido mucho dinero
- Claro Walter
- Y esto me tiene tan triste que ahora ando tomando por los bares
- Ya veo
- Y usted sabe que en mi barrio a mi me respetan mucho
- Claro que lo sé
- Usted estuvo en mi tierra y sabe como me respetan
- Claro Walter, eres un tipo de respeto
- Claro, y la gente se acerca a mi y me dice "don Walter" a usted se lo han fumado, digame quien fue y yo le traigo su nariz y sus orejas"
- (glup)....
- Claro Walter
- Y esto me tiene tan triste que ahora ando tomando por los bares
- Ya veo
- Y usted sabe que en mi barrio a mi me respetan mucho
- Claro que lo sé
- Usted estuvo en mi tierra y sabe como me respetan
- Claro Walter, eres un tipo de respeto
- Claro, y la gente se acerca a mi y me dice "don Walter" a usted se lo han fumado, digame quien fue y yo le traigo su nariz y sus orejas"
- (glup)....
Bueno, después de decirme que no me iba a cortar la nariz pero que "a veces mis amigos se descontrolan, usted sabe como son " Walter, que había venido a pedirme por las buenas que le devolviera los cheques, se volvió tranquilito para Bolivia. Y yo diplomáticamente conservé los cheques "un trato es un trato, ustedes compraron a ojos cerrados y nosotros también, no podemos pagar por el mal negocio de ustedes", decía yo con la camiseta de la empresa, aunque por dentro lamentaba sinceramente todo el asunto.
Huele a peligro
Todos estos percances habían enfriado bastante la amistad con mi -hasta entonces generoso- primo, quien un día tuvo la genial idea de decirme que por qué no iba a Bolivia a cobrar los cheques, como ya dije entonces yo era más jóven y menos cobarde que ahora, así es que sin pensarlo mucho le dije que "bueno". Y comencé a negociar por teléfono con el que me pareció menos peligroso, un pastor evangélico que ahora vivía en Cochabamba, calculando que en caso de apuro podría invocarle el sexto mandamiento"no matarás".
Y me subí -con mis últimos pesitos- a un antiguo Boeing 737 del Lloyd Aereo Boliviano que -como buen presagio- tenía el escudo de armas del Vaticano "este no se cae" me aseguró la azafata "porque aquí viajó el Papa", igual la cabina iba mal presurizada, "pobre Papa" pensé. Mi amigo el pastor me esperaba con su señora, muy amables en el aeropuerto.
¡Help!
Debí haber sospechado algo raro cuando me llevaron a un hotel "mucho mejor" que el que yo había reservado, era un hotelucho de mala muerte en un barrio bastante siniestro. Como ya me estaba poniendo nervioso decidí que negociaramos ahí mismo, en la pieza de mi hotel. Cuento corto me arrebataron un cheque de 8 mil dólares, yo empecé a armar un escándalo y el pastor con su señora salieron corriendo. Un cheque menos, un problema menos, pensé. Aparte de unos pocos forcejeos y golpes al aire no me pasó nada, la saqué barata. Esta foto me la sacó un taxista en Cochabamba, ya andaba muerto de susto.
Llamadas telefónicas para Santiago, durmiendo con la puerta atrancada y mirando para atrás cuando andaba por la calle estuve consultando con un abogado sobre la factibilidad de cobrar los cheques por 12 mil que me quedaban, "ninguna" me dijo el licenciado, "el cheque no tiene cárcel en nuestro país pero si quiere me lo deja y yo trato de cobrarlo" obvio que le contesté "no gracias".
A todo esto me quedé sin plata y no tenía como devolverme ni para pagar el hotel, preguntando por ahí me averigué de un tipo que compraba cheques malos, así fue como procedí a cambiar mis cheques de 12 mil por US$ 3.000 en billetes contantes y sonantes.
Ya no voy a ser millonario
Mi segunda llegada desde Bolivia fue mucho menos gloriosa que la anterior, en lugar de venir forrado de billetes llegué de vuelta sin los cheques y con unos pocos dólares, le mandé el sobrante a mi primo junto con una carta llena de insultos con lo que terminé mi carrera de empresario junto con nuestra amistad, muy divertida mientras duró. Quedé endeudado hasta el cuello durante muchos años y las ganas de hacerme millonario trabajando duro se me quitaron, esta vez para siempre.
Y justo en medio de mi ruina y desastre se le ocurrió nacer al Tomás Jr. en la foto salgo mirándolo filosóficamente mientras pienso ¿y ahora que hago con esto?
Moraleja
Pero yo tengo la maldita costumbre de tratar de sacar alguna enseñanza de las tragedias así es que estuve pensando y pensando pero no se me ocurría nada: estaba arruinado, debía plata a medio mundo, no tenía para pagar el finiquito a las niñas que trabajaban conmigo (fieles hasta el amargo final, me ayudaron a liquidar el negocio vendiendo en la calle y se esperaron más de un año hasta que pude pagarles), en fin, no se me ocurría nada excepto que el trabajo es lo más horrible que existe y tratar de hacerse millonario trabajando es una soberana estupidez.
Finalmente después de un año se abrió mi mente y lo vi todo claro: el asunto era como pasarse un fósforo encendido de mano en mano, el último se quema los dedos. Abe se deshizo de basura que tenía acumulada por años, mi primo que salvó el costo con los 40 mil y usó esa excusa para no pagar una gran deuda al Abe, igual salió ganando, los que nos quemamos los dedos fuimos yo y mis clientes en Bolivia. Mi primo creyò que yo me había quedado con los US$ 20 mil de los cheques, cualquiera con dos dedos de frente hubiera hecho eso, y no me habló nunca más.